Como todos sabemos, el manga se comercializa originalmente en Japón con un formato y unas características muy concretas. Ya nos hemos acostumbrado al formato tankôbon (libros de unas 200 páginas, generalmente con sobrecubiertas y en blanco y negro) y, aunque existen algunas discrepancias según el lector, el traductor o la editorial sobre el modo de trasladar según qué particularidades del idioma japonés (p. e. los sufijos para nombres propios, los nombres de ciertos ataques o técnicas, etcétera) no voy a tratar eso en este artículo, sino algo más relacionado con la “forma” en sí.
No descubro la sopa de ajo cuando digo que dos de los escollos a priori más grandes de la adaptación a idiomas occidentales son: 1) en Japón, el manga se lee de izquierda a derecha, por lo que los libros se abren “al revés” y el orden de las viñetas y los bocadillos dentro de las viñetas es justo el contrario que en el cómic occidental; y 2) el japonés es un idioma con grafía propia, ilegible para un occidental sin conocimientos de japonés, y evidentemente las onomatopeyas y efectos sonoros, tanto dentro como fuera de los bocadillos, están escritos en japonés.
En el manga, las onomatopeyas las crean los propios autores y se consideran parte del propio dibujo. En general no se dibujan a posteriori ni representan una “capa” como las de Photoshop que puedas poner y quitar a tu antojo (aunque en obras como Gantz tengo la sensación de que sí es así, aunque los materiales que llegan a Occidente para su adaptación vienen con los archivos “aplanados”, sin las capas que debían de tener originalmente).
Dicho esto, se distinguen cuatro maneras principales de adaptar un manga a idioma occidental.
1. Occidentalización total
Este caso fue el más normal al principio de la irrupción del manga en nuestro país, sobre los años 90. Obras como Dragon Ball, Akira, Alita Ángel de Combate, Video Girl Ai y muchas más fueron editadas de este modo. Evidentemente, en esa época, lo de leer “al revés” era poco menos que una “marcianada”. Nadie concebía empezar a leer por lo que sería la contraportada, ni seguir las viñetas y los textos empezando por la izquierda. ¡Menudo lío! Así pues, lo que se hacía era “espejar”, es decir, voltear la imagen horizontalmente. En el ejemplo vemos que el diseñador gráfico volteó la página entera, pero la viñeta central de abajo la volvió a voltear, de modo que las letras japonesas en los cubos, clave para resolver el misterio, se veían de forma correcta. Por supuesto, las onomatopeyas también se cambiaban totalmente: se borraba la onomatopeya japonesa y se ponía el equivalente español.
Actualmente, en algunos casos muy concretos se sigue usando esta opción: obras que, al seguir en publicación, siguen la inercia de aquellos años, como Detective Conan o Gunnm Last Order, u obras destinadas a un público “generalista”, a priori poco dado a leer manga, al que hay que dar ciertas facilidades para que no rechace directamente la obra por estar “todo al revés”.
PROS:
- Cualquiera puede introducirse en el manga en general de esta forma, sin tener que aprender a leer “al revés”.
- Contamos con toda la información, no solo la que está dentro de los bocadillos, sino también la información sonora que nos dan las onomatopeyas.
CONTRAS:
- Se desvirtúa el dibujo original. No solo el volteo puede afectar mucho a ciertas viñetas, sino que además el retoque de onomatopeyas, si se hace mal, con prisas o con pocas ganas, puede llegar a ser desastroso.
- Las referencias a “la derecha” pasan a serlo a “la izquierda”; los diestros pasan a ser zurdos y viceversa (lo que debe reflejarse en la traducción). En un manga como Detective Conan, se llega al absurdo de tener que buscar a un diestro entre una miríada de zurdos (cuando obviamente esto no tiene ninguna lógica). En Adolf, los nazis hacen el saludo hitleriano con la mano izquierda. En Buda, el elefante blanco que entra en el útero de la madre de Siddhartha lo hace por el lado izquierdo, mientras que en los escritos sagrados del budismo es el derecho…
- Peligro de dejar volteadas cosas que deberían estar en el sentido original: letras, mapas…
- Este tipo de adaptación es más laboriosa y, por tanto, más costosa para la editorial.
2. Occidentalización parcial
En este caso, las páginas se dejan sin voltear, pero en cambio se retocan y adaptan todas las onomatopeyas. Se utiliza para obras en las que se considera que es mejor dar toda la información. En japonés existen dos tipos de onomatopeyas: las giseigo y las gitaigo. Giseigo son las mismas que las nuestras, es decir, onomatopeyas que expresan un ruido (un golpe, llueve, un teléfono que suena, un grito…). En cambio, gitaigo son un tipo de onomatopeyas que expresan un estado de ánimo o similar. Ejemplos pueden ser: ir borracho (yoro-yoro), estar nervioso (ira-ira), sentir alivio (sukkiri), llegar puntual (kikkari)… Incluso el silencio absoluto tiene una onomatopeya: shiiiin. A menudo traducimos o adaptamos las gitaigo poniendo cosas como “grrr, grrr” o “nervi, nervi” o, como vemos en la tercera viñeta del ejemplo “olorcito”.
PROS
- El dibujo queda tal cual lo ha dibujado su autor, sin cambios fundamentales más que el retoque de onomatopeyas.
- Contamos con toda la información, no solo la que está dentro de los bocadillos, sino también la información sonora que nos dan las onomatopeyas.
CONTRAS
- El retoque de onomatopeyas, si se hace mal, con prisas o con pocas ganas, puede llegar a ser desastroso.
- Este tipo de adaptación es más laboriosa y, por tanto, más costosa para la editorial.
3. Tendencia purista
Esta es la tendencia más en boga en España desde hace unos diez años, cuando la editorial Glénat decidió publicar manga en un formato (tomo de 200 páginas con sobrecubiertas y tamaño idéntico al original) y un estilo lo más cercanos posible al original japonés. Las páginas no se voltean y prácticamente ningún texto fuera de bocadillo se adapta, a excepción de onomatopeyas que el traductor juzgue absolutamente imprescindibles (ej: llaman a la puerta, suena el teléfono, se oye un ruido y un personaje dice “¿qué ha sido ese ruido?” etcétera).
PROS
- Respeto total y absoluto por el dibujo original. Lo único que se cambia es el texto del interior de los bocadillos.
- Para la editorial resulta el modo más económico de adaptar un manga.
CONTRAS
- El lector español se pierde toda la información sonora; en cierto modo es casi como ver una película con las voces de los actores perfectamente dobladas pero sin efectos de sonido. Es obvio que muchas cosas las podremos adivinar aunque no sepamos leer las grafías japonesas, pero muchas otras nos las perderemos, sobre todo las gitaigo (obras como las de Rumiko Takahashi se apoyan muchísimo en gitaigo, y leer una obra de Takahashi sin conocer las onomatopeyas es perdernos un montón de información graciosísima que da un “plus” esencial al manga en cuestión).
En el caso del ejemplo que nos ocupa, de Bleach, la primera onomatopeya parece clara: una explosión (bum). La segunda tampoco da mucho lugar a dudas: el objeto cae al suelo (ploc). La tercera ya es más complicada. Ese boso japonés se usa para indicar “buscar algo a escondidas, procurando que no se note). La cuarta tampoco está clara: leyéndola (gasa), sabemos que el personaje aprieta un interruptor o similar. La quinta, boko-boko, indica que el objeto en cuestión se está hinchando a marchas forzadas o algo similar. ¿Lo habíais interpretado así?
4. Subtítulos
Aquí se mantiene el sentido de lectura original, así como las onomatopeyas originales, solo que estas aparecen “subtituladas”, con la adaptación de cada onomatopeya con tipografías “onomatopeicas”, pero mucho más pequeñas y al lado de las originales. En algunos casos (aunque creo que en España nunca se han dado) se opta por poner la adaptación de la onomatopeya a un margen o en el espacio entre viñetas, aunque en mi opinión este modo de actuar no resulta tan “natural” puesto que obliga al lector a desviar la vista de la viñeta y, por lo tanto, a romper su ritmo de lectura.
La de la “subtitulación” es una opción que se usa bastante poco (la usó Panini en sus inicios de edición de manga, durante una temporada hace 3 o 4 años la adoptó Planeta, y Norma la utiliza recientemente para las obras de la Shonen Jump como Bakuman.) pero que, en mi opinión, es la mejor.
PROS
- Respeto por el dibujo original. El sentido de lectura original se mantiene, así como las onomatopeyas creadas por el autor.
- El lector español dispone de toda la información sonora, tanto lo que se dice en los bocadillos como en las onomatopeyas de tipo giseigo. También se ofrecen adaptaciones para entender e interpretar las gitaigo de la forma más entendible posible.
- Para la editorial no resulta mucho más caro que la opción 3).
CONTRAS
- Yo no estoy del todo de acuerdo, pero hay quien dice que las páginas quedan “saturadas” con tanto texto. En todo caso, me parece un escaso precio a pagar.
Traductor e intérprete del japonés en Daruma Serveis Lingüístics SL, con especial hincapié en la traducción de manga y anime. Entre sus obras encontramos las populares series de cuatro libros Japonés en viñetas (Norma, 2001-2006) y de tres libros Kanji en viñetas (Norma, 2006-2009).