Cuando el 30 de octubre de 1958, Bobby Timmons grababa Moanin en un estudio de Nueva Jersey, era inimaginable que un día, esa canción se convirtiera en el icono de una serie de anime. Una suculenta y cautivadora mordaza dentro del género, que hace acopio de protagonismo en Sakamichi no Apollon, la última serie (estrenada) de Shinichiro Watanabe. El piano de Timmons, acompañado de la trompeta de Lee Morgan y el saxo de Benny Golson –logrando crear un laureado riff entre ambos instrumentos– dan lugar a una atmósfera sin igual que viene a reflejar bastante bien la premisa de esta serie, la de tres instrumentos, o en este caso adolescentes, que se unen para dar lugar a una hermosa sinfonía. No nos encontramos ante un anime musical, sería un error hablar de Apollon refiriéndonos al jazz exclusivamente, si bien es cierto que el papel que juega en la obra es fundamental. Es mucho más que eso.
A vueltas con Moanin, es, de hecho, la primera canción que Sentaro enseña a Kaoru a tocar. Un Kaoru introvertido, cuyas dificultades para relacionarse se verán contrarrestadas por la dulce Mitsuko y el carismático Sentaro, que nos enseñarán más de una cosa sobre el valor de la amistad desde sus simplistas andanzas. Porque Sakamichi no Apollon no es el súmmum de la ambición. Desde el principio nos está ofreciendo un producto sin pretensiones, y nos lo muestra sin tapujos. Una historia típica, unos personajes típicos; nada sobresale especialmente. Y sin embargo, contra todo pronóstico, estamos ante una memorable producción a la que me atrevería a calificar como la mejor del pasado año 2012.
Sakamichi no Apollon son muchas cosas, pero dentro de su naturalidad, es un soplo de aire fresco a la calidad, al buen hacer. El hecho es, que a través de unos recursos limitados, como son un alumno con dificultades para relacionarse –no para los estudios donde destaca notablemente, en otro ejemplo de esa complicidad predeterminada y resabida del género–, su pasión por la música, y el valor de la amistad, con ciertos toques de romance, consiguen crear un auténtico mundo de sensaciones y realidad emocional.

Every miserable day is swell,
a high-speed swing surrounds us
What’s this dance called? I can’t stop…
This melody… is like love.
Ante todo, Sakamichi no Apollon cuenta con una cosa perdida en el anime, que es cierto realismo. Evidentemente, nada es tan fácil como lo plasmado en una serie, ya sea de animación o de imagen real. Pero es que la obra de Yuki Kodama (su autora original) tiene todos los componentes que la hacen ofrecer un relato realista del cuadro que nos muestra. La relación entre los personajes, sin ir más lejos, es un fiel retrato de lo que podría ocurrir en un grupo de amigos. Y recurriendo a un siempre agradecido triángulo amoroso, la obra representa, además, entre swings, baladas y piezas icónicas del jazz, un triste lienzo de sentimientos encontrados, falsas esperanzas y, en resumen, una toma de contacto con la más cruel realidad.
Con todo esto, aun no podría calificar la serie dentro de ningún género actual; no obstante, si tuviera que hacerlo de algún modo, Sakamichi no Apollon entraría en la categoría de humana. Humana, así me gustaría que fuera recordada esta obra. Nada de argumentos revolucionarios, nada de diseños extraordinarios. Un desarrollo excelente, una animación que se deja ver con geniales escenas de música en vivo, y ante todo, un eslabón por encima de cualquier serie de hoy día gracias a la calidad de su banda sonora.
Una banda sonora perfecta, se mire por donde se mire. Y aunque hay varias formas de alcanzar la perfección, la mejor es a través de la imperfección, como demuestra Ritsuko poniendo voz a My Favourite Things, la maravillosa canción de John Coltrane, que forma parte también de la lista de temas emblemáticos de Sakamichi no Apollon. No es la única, claro. Summertime de Miles Davis, el vals Someday My Prince Will Come de Bill Evans o Lullaby of Birdland de Sonny Rollins son otras de las obras maestras del jazz que se dejan caer por la peripecia artística de Shinichiro Watanabe, acompañado, y esperaba el momento adecuado para referirme a ella, de la estupenda Yoko Kanno.
Como única pega a un conjunto perfecto, cabe ponerle la puntilla al final. El contenedor noitaminA es un buen escaparate para obras que van más allá del producto comercial clasicista. Y eso es una gran noticia, porque grandes obras encuentran su hueco y causa en un espacio de buena condición. Pero por otra parte, sus reducidos parámetros obligan a que series como esta se limiten a los 12 capítulos, y es una pena. El manga original cuenta con nueve tomos, y en un espacio tan limitado resulta difícil hacer un trabajo redondo. Aun así, Shinichiro Watanabe se desenvuelve con soltura y grandeza, como acostumbra a hacer. El problema es que a pesar de esto, el final termina por sabernos a poco, por dejarnos demasiadas incógnitas abiertas, y en definitiva, con ganas de mucho más.
No quiero que le deis mayor importancia a esto último. Sakamichi no Apollon, no es un argumento sin más, no es un principio y un final. Es una historia, narrada de una forma determinada, que queramos o no, nos acoge hasta sus últimas consecuencias. Desde un inexperto Kaoru hasta un vividor consumado Sentaro, de principio a fin, sin añadidos, sin vueltas de tuerca. Y como la voz de Ritsuko, os diría, que la imperfección es la mejor perfección, y que Apollon es la mejor de las imperfecciones.
Fundador, redactor jefe y editor de Deculture.es. Jugón desde la vieja escuela, amante de JRPGs y SRPGs, a poder ser de estilo clásico. Lector de cómics, amante del manga clásico.