No es ningún secreto que un servidor no sea muy fan del deporte rey en España, por lo que decidir jugar a algo como Inazuma Eleven GO Chrono Stones Trueno, construido, deconstruido y reconstruido sobre algo tan popular como el fútbol puede resultar una decisión un tanto extraña por mi parte. Pero no nos engañemos, aunque no disfrute un clásico Madrid-Barça, de crío flipaba como el que más con Oliver y Benji (Capitán Tsubasa para los puristas) y sus cañonazos de fuego, catapultas infernales y otros desafíos imposibles a la física. Y presenciar eso aumentado cien veces es algo que tenía que hacer en mi Nintendo 3DS. Daba igual que me hubiera saltado cuatro juegos antes y que no tenga ni idea de qué es un fuera de juego, había un tío proyectando manos gigantes para parar trallazos y otro lanzando cañonazos eólicos.
Así que le di la oportunidad e inicié el juego, sin saber muy bien qué me iba a encontrar.
Y en primer lugar, me llevé una grata sorpresa. No es que esperara lo contrario, pero, como es menester en los juegos de Level-5 en asociación con Nintendo, la localización era magnífica. Ya podéis ver junto a estas líneas que la secuencia de introducción está perfectamente doblada al castellano. Y así está el resto del juego, con un trabajo de adaptación con el que merece la pena quitarse el sombrero, llegando al nivel de la edición de vídeo para que la más mínima chorrada no nos aliene una experiencia en perfecto español.
Soy consciente de la polémica que hay sobre el cambio de nombres en occidente respecto a la versión original, pero prefiero no meterme en berenjenales más allá de decir que por un lado, es exigencia de los de arriba y por otro que a mí me gustan y estoy a favor de ellos.
De lo que sí que hablaré muy bien es del reparto de actores, que rescata las voces de la versión animada y nos trae a grandísimos genios como Jaime Roca (Luffy en One Piece entre muchísimos otros papeles), Diana Torres (también de muchos roles de renombre, pero por nombrar uno, T.K. en Digimon), Jorge Saudinós, José Carabias y muchísimos más en un elenco de all-stars a los cuales felicitar por su carrera me tomaría páginas y páginas de análisis.
Y no es sólo el trabajo de voz, sino en el de traducción donde destaca, como todos los juegos traídos por la Gran N a nuestro país, haciendo que una ingente cantidad de texto pase sin un sólo error y con muy buena documentación de fondo. Me quito, de nuevo, el sombrero.
Pero bueno, soy consciente de que un lector querrá venir a leerme hablar sobre el juego y no sobre su magistral localización, así que, como decía una no tan buena, allévoy.
Comencemos por la historia. Probablemente era el departamento en el que menos esperaba. Al fin y al cabo, no deja de ser un juego diseñado para niños (por poco que me guste esa expresión, porque al final se deja disfrutar por todas las edades) y eso se nota un poco por líneas generales. Otra cosa para la que hay que conocerme poco es para saber lo fanático que soy del timey-wimey e iniciarme con una entrega con viajes en el tiempo era doblemente atractivo para mí.
Y bueno, esperaba menos en ese aspecto. Hay muchísimo handwave al respecto, está claro. No quieren confundir en demasía al objetivo específico en el juego y eso se tiene que entender y respetar, pero al menos lo realizan con un enfoque que, aunque simplificado, te deja meterte de forma efectiva en la historia.
Comenzamos en un mundo en el que, por algún motivo, a la gente no le gusta el fútbol. Y uno piensa «hostias, si me he pasado el juego con el mejor final posible, me voy a otra cosa, podré jugar al baloncesto», aunque luego caemos en la cuenta en que somos los representantes del esférico y tenemos que averiguar qué ha pasado. Y lo hacemos siguiendo la pista a una organización que quiere eliminarlo de la faz de la tierra porque ha causado, por simple evolución, a una serie de adolescentes que parecen ser una amenaza en ese tiempo.
Para ello envían a sus agentes al pasado para causar problemas a nuestros protagonistas y que el balón deje de ser su amigo, cosa que va bastante bien hasta que le toca al protagonista, que no sólo lo evita sino que es capaz de ir recuperando poco a poco la pasión de los demás por el fútbol. Por desgracia, eso hace a los malvados lanzar el Plan B y convertir el fútbol en ilegal en el presente haciendo que la opinión del público sobre él sea deplorable.
«Bueno, ahora sí que es el final bueno. Adiós al fútbol, tráeme un bate de béisbol», pensé. Pero nada más lejos de la realidad, porque ahí empezaba la trama que parecía sacada de Doctor Who de visitar distintas épocas para obtener los poderes de personajes históricos para mejorar sus habilidades de fútbol. Y todo esto contado con una narrativa muy reminiscente del anime.
Porque sí, en este título puedes fusionar tus habilidades con las de personajes como Oda Nobunaga o Juana de Arco para meter mejores chutes o regates. Hora de abrir la caja de la locura. ¿Que no te parece fliparse lo suficiente, dices? Pues tranquilo, que podremos invocar a espíritus guerreros (Stands de JoJo’s Bizarre Adventure, para los menos versados) o vestirlos como armaduras que bien podrían haber salido de Saint Seiya. Y todo eso unido a cañonazos de fuego, fisuras en la tierra e incluso repostería futbolística (sí, en serio).
Maravilloso.
O lo es hasta que te das cuenta de que los partidos de fútbol terminan siendo una competición de fuerza bruta dejando un poco menos a la estrategia en su vertiente de historia principal (por otro lado, he alucinado al ver la comunidad competitiva que hay detrás de esto, ríete tú de Smogon). Tener las mejores técnicas y un buen equipamiento (no deja de ser un RPG al fin y al cabo) es importante, pero si estás enfrentándote a un viajero del tiempo que se acaba de fusionar con un emperador de la Antigua China y lleva una armadura hecha de un dragón gigante, si no tienes algo con lo que hacerle frente probablemente termine haciendo que el esférico toque red.
¿Y qué? Sigue siendo una flipada de manual.
Y cuando lo acabas, el título no deja de presentarte cosas que hacer para optimizar a tu once inicial. Más de mil quinientos personajes jugables, con una gran variedad de técnicas y espíritus, que además pueden fusionarse entre ellos. Y para lograrlos tendrás que hablar con todo el mundo, conseguir objetos, jugar cadenas de partidos, ganar pachangas cinco contra cinco, conocer a gente y explorar el vasto espacio-tiempo.
Si tuviera diez años menos, el contador de horas de este juego moriría por overflow.
Y no obviemos que para añadir todavía más tiempo de vida cuenta con multijugador de hasta cuatro personas, descargas de contenido y, además, podrás jugar contra los equipos de la gente que te cruces mediante StreetPass. Los de Level-5 hacen juegos de magnitudes bárbaras.
Además, si te quedas con ganas de más, puedes enlazarlo tanto con las entregas antiguas como con la otra edición del juego para tener aún más contenido. Qué locura.
Y no dejo de lado el apartado técnico, que, a mi parecer, sabe exprimir la consola. Unos gráficos tridimensionales con multitud de modelados y texturas (aunque terminas dándote cuenta de que las animaciones genéricas se van a repetir hasta la saciedad, aunque por suerte tienen cierta variedad), un trabajo musical más que correcto (con verdaderos temazos y otros que simplemente acompañan pero no son memorables) y, en resumen, todo cuidado hasta el ultimísimo detalle.
Pero no todo son rosas y nata en este juego, que también tiene unos bichos bastante importantes. Probablemente, el más crítico de los que he visto personalmente sean los picos de dificultad, totalmente erráticos y locos. Especiamente, uno que encontré poco antes del tramo final de la historia y que en todos lados aconsejan resolver con un «sube mucho de nivel», porque los otros con un cambio de estrategia inteligente se pueden superar si vas bajo de puntos de experiencia. No imagino lo frustrante que sería enfrentarse a eso siendo un niño.
O quizá, precisamente por ser un niño, explorarían más el juego e irían con mucho más nivel. Quién sabe. Pero no me gusta.
Y mi otra crítica principal se centra en la velocidad de los partidos, que terminan haciéndose insufribles cuando tiene que ver una y otra vez las mismas animaciones de técnicas, tiros, regates y defensas. Una pena, porque en el modo multijugador sí que ofrecen la opción de acelerar todo un poco. También hay alguna sección del juego que, dada la variedad de contextos y de géneros, que se hace más aburrida y molesta que otras, pero por suerte tienden a ser tramos cortos para no volverse a recordar.
En resumen y, donde quería llegar, Inazuma Eleven 2 Chrono Stone es un juego que todo el mundo puede disfrutar, niño o adulto, fan o no del fútbol, siempre y cuando le guste fliparse con las técnicas e ideas ya citadas. Hace muchas cosas bien, hace algunas mal, pero el trabajo de Level-5 merece mucho la pena.
«Mi título dice que soy Ingeniero en Telecomunicaciones. Mi puesto de trabajo, que soy desarrollador de software. Pero mi corazón me hace creativo.»
Y es que no podía comenzar a escribir estas líneas sin parafrasear la célebre cita de Satoru Iwata que tan bien define mi dualidad y, ya de paso, mi amor por el mundo del videojuego.

- Magnífica localización y doblaje
- Muchísimas horas de juego
- Cuidado hasta el mínimo detalle
- Cantidad ingente de contenido
- Subidas repentinas de dificultad
- Algunas malas decisiones de diseño
- En ocasiones puede hacerse lento