Ya os conté en la reseña del primer tomo de Pokémon Rojo, Verde y Azul el porqué de mi fascinación por la obra de Hidenori Kusaka y Mato basada en el popular juego de Game Boy. De hecho, os recomiendo encarecidamente que leáis la primera reseña. En primer lugar, porque no me gustaría recaer en los mismos argumentos para defender la calidad narrativa y originalidad frente a otros cánones de la franquicia (cosa que es inevitable pero siempre interesa mantener al mínimo estrictamente necesario). Y, en segundo, porque dada la continuidad y longevidad de la saga tendré que abrir la caja de los spoilers para dar interés a mi juicio, aunque sea girando un poquito la tapa para ver cómo huele el pastel.
Dicho esto, pongamos un poco en contexto este tomo. Tras hacerse con la medalla de gimnasio de Ciudad Azulona, Rojo ya está a mitad de camino de la Liga Pokémon, por lo que se dirige a la Zona Safari con las esperanzas de aumentar ya su sólido equipo. Desde ahí, si aún quedaba algo de coherencia con la línea argumental básica de los juegos de consola (que ya había sido totalmente trastocada por la estructura del Team Rocket y el contraste entre los líderes de gimnasio del bien y los que no estaban tan de favor), cualquier rastro de la obra de Game Freak es pura coincidencia.
Algunos elementos se mantienen, claro está, como la aparición del edificio de Silph S.A. como mazmorra climática. Los enfrentamientos tradicionales contra el Team Rocket dotan al ritmo narrativo de aire fresco, añadiendo también protagonismo a Azul y Verde en unos combates bien hilados y que aprovechan las particularidades de cada uno de los monstruos de bolsillo (incluso hasta el nivel de las olvidadas descripciones de la Pokédex) o confeccionan estrategias con truco, algo que, desgraciadamente, no se explota demasiado fuera del medio de papel.
Otra de las virtudes de esta historia es cómo se justifica la existencia y localización de Zapdos, Moltres y Articuno, dándoles un uso más allá de ser simples monstruos poderosos que capturar para darles esa dimensión de herramientas del plan malvado que terminaría volviéndose una seña de identidad de posteriores entregas de la franquicia. Algo novedoso para la época, sin duda, pero que ahora sorprende algo menos.
Y cuando pensábamos que podíamos estar relajados tras la resolución climática de los villanos, llega Mewtwo para contarnos una historia que, si bien parecida a lo que ya conocíamos, es capaz de dar un par de giros de tuerca (pequeños pero que nos sacarán de la ilustración habitual del monstruo genértico) empuñando no otra cosa que una cuchara gigante. Que todo sea dicho, es algo que deberían hacer más a menudo. Dejo la idea sobre la mesa, desarrolladores de Pokkén Tournament.
Y por último, pero no por ello menos importante, tenemos la primera Liga Pokémon, claro está. Aquí voy a ser escaso en los detalles porque, aunque sea obvia la conclusión y que todo termina dando para una lectura más que entretenida, es capaz de guardarse algunas sorpresas y puntos de guión que no dejan indiferente.
Pero dejemos de hablar del argumento de este segundo tomo (al fin y al cabo, se supone que muchos estaréis leyendo esto para decidir si haceros con la obra y no quiero chafaros todo) y hablemos de mis notas personales. Algo que se agradece en un manga de este tipo, y máxime en sólo un par de tomos, es que la historia es capaz de mostrar cómo los protagonistas humanos son capaces de evolucionar como entrenadores y, ante todo, como personas. Desgraciadamente se molestan en tirarte el yunque a la carra en una exposición que quita el mérito a darte cuenta de ello con las sutilezas, pero no deja de ser una ocurrencia agradable.
Otro ejemplo de buena integración de conceptos de la franquicia es cómo se subraya durante los capítulos la importancia de las Máquinas Ocultas, hasta el punto de hacer que nuestro protagonista decida construirse un equipo bien personalizado para cubrir todas las necesarias para alcanzar su objetivo o, como ya vimos en el anterior número pero no quise comentar por miedo a los spoilers en una reseña de número uno, el intercambio de monstruos y sus efectos sobre estos.
Quizá sea muy insistente en las virtudes y muy poco en sus defectos, pero tras tantos años desde el lanzamiento original de la obra, ha sufrido del efecto de ósmosis cultural hasta tal punto que si las ventajas son esos mismos elementos diferenciadores, ¿por qué no aprovecharlo?
En lo que respecta a dibujo, maquetación, adaptación y demás temas poco ha cambiado desde mis últimas opiniones, salvo quizá recordar el hecho (que es especialmente notorio en este segundo tomo) de que la versión que nos brinda Norma Editorial está totalmente libre de la censura de la versión occidental que conocíamos hasta ahora, algo que hacía que muchos fans mirásemos cierta escena con una mueca de incertidumbre.
Huelga decir que, por muchas veces que lo haya leído, tener por fin esta parte de mi infancia en castellano me ha resultado una grata experiencia. ¿Como recomendación? Si te ha gustado el primer tomo, hazte al menos con éste para cerrar la historia de Rojo, Verde y Azul. Se trata de una historia corta y que concluye de forma ágil que no puede faltar en tu estantería si eres fan del ratón eléctrico.
Y ahora, a esperar el relato de Amarillo del Bosque Verde.
«Mi título dice que soy Ingeniero en Telecomunicaciones. Mi puesto de trabajo, que soy desarrollador de software. Pero mi corazón me hace creativo.»
Y es que no podía comenzar a escribir estas líneas sin parafrasear la célebre cita de Satoru Iwata que tan bien define mi dualidad y, ya de paso, mi amor por el mundo del videojuego.
Pokémon Rojo Verde y Azul
Pokémon Rojo Verde y Azul es la serie manga que sigue las historias de Pokémon Edición Roja, Pokémon Edición Verde y Pokémon Edición Azul. Editado en España por Norma Editorial.