Ah, los noventa. Sacar el bocadillo de chorizo de la talega y el zumo de manzana al oír la campana e ir al recreo. Muchos habréis vivido esa misma situación, no sin convertirse rápidamente en que si la Super Nintendo o la MegaDrive eran la mejor consola, referencias a mi tío que trabaja en Nintendo o lo he visto en una revista pero eso sólo en Japón. Pero seamos honestos: todas las disputas acababan en un Mario contra Sonic. Que si el erizo corría más o el fontanero lo arrasaba con World. Y hoy me he vuelto a ver en esta encrucijada con Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016.
Y no os sintáis engañados: yo fui el primero que miró con una mueca de recelo, allá por las Olimpiadas de Beijing, al ver que el esperadísimo crossover desembocaba en esto. Los planes iniciales, no revelados al público hasta mucho después, se resumían en un plataformas con lo mejor de los dos mundos, pero no llegó a cuajar. Así que, viendo su nueva fraternidad (ay, si vieran esto los críos que citaba en el primer párrafo), decidieron aprovechar la licencia concedida por el Comité Olímpico Internacional a SEGA en un título que, como poco, no dejaría a nadie indiferente.
Y si bien el primero de los títulos pasó un poco por debajo de la barrera de la calidad, la alianza no paró ahí. La franquicia repitió intento con la edición invernal y luego con las Olimpiadas londinenses, con bastante más acierto, asentándose como un más que aceptable producto que quedaba muy lejos de los títulos licenciados de cinco aros que poblaban nuestras consolas allá por principio de siglo, convirtiendo la competición más laureada en un divertido arcade.
Pero hemos venido aquí a hablar de la edición actual, que ha decidido subdividirse en ediciones de portátil y sobremesa separadas en su estreno. Es hora de hablar de Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016. Y, oye, me ha sorprendido la experiencia.
Lo primero que atrae a un jugador como yo es el modo Aventuras en Rio, una suerte de RPG (salvemos las distancias, amigos puretas) en el que podremos viajar a las distintas zonas donde se celebran las pruebas y, cada uno de los siete días del evento, atacar una de ellas. Pero para ello habrá que elegir equipo. ¿Querrás ir con el fontanero saltarín o con el rápido puercoespín? Elige bien, porque dicha opción, a la que hacía alusión en mi introducción, cambiará totalmente el juego. Tanto las pruebas olímpicas como los entrenamientos serán distintos en función de tus colores, dándonos, de forma efectiva, dos semanas de Olimpiadas para el cuerpo.
Además, cuenta con una importante cantidad de cosas que hacer; en adición a la atracción principal de hacerte con las medallas, podrás participar en ciertos minijuegos que aumenten nuestro nivel como atleta y, gracias a ello, llevar una astronómica cantidad de prendas que servirán para modificar nuestras estadísticas (que podrás obtener de diversas formas). Además, podremos seguir una historia protagonizada por nuestros personajes favoritos si prestamos suficiente atención y vamos a buscar la información que nos oculta el título.
Y como guinda sobre el pastel tenemos una de estas cosas que no sabes cuánto encajan hasta que las ves implementadas: la Maratón de Bolsillo. Se trata de una tontería (acumular los pasos del podómetro para recorrer los más de 42 kilómetros de maratón y ganar premios en el proceso), pero muestra un toque de mimo adicional que es de agradecer.
Y ya que hemos descrito el bonito envoltorio, pasemos a comernos el caramelo, que por desgracia no es tan dulce como aparentaba. Ojo, no digo que el título sea malo o siquiera que me haya amargado la experiencia, pero lo cierto es que he encontrado decisiones de diseño un tanto dolorosas entre tal ejercicio de amor a los fans de ambas franquicias.
Por ejemplo, imaginad la cara que se me podría quedar cuando, en mitad de una transitada estación de trenes el juego decide que, para superar un entrenamiento, he de gritar con todas mis fuerzas al micro. Me resigno, y voy a por otro, ya que quería subir el nivel para afrontar la medalla. Otra opción era remar, con los sensores de movimiento, describiendo la misma acción real. Tampoco iba a hacer eso mientras esperaba mi tren. O dentro del tren. Nadie quiere que le tomen por loco. ¿Qué estaban pensando al hacer un juego de portátil que no puedas jugar tranquilamente fuera de casa? Ah, ¿y recordáis la cantidad de controles que Mario Party se llevó por delante girando los analógicos? Pues imaginad qué han hecho con el botón deslizante para el minijuego de kayak. Y no con un margen lo suficientemente generoso para el jugador.
Y estas pequeñas cosas no son el único fallo de diseño del juego, ya que también cuenta con unos picos de dificultad que te hacen preguntarte si un niño (que no deja de estar en el target objetivo de la franquicia) no estamparía la consola contra la pared en frustración aunque tengas la dificultad al mínimo.
Otra cosa que me chirría, pero es inherente a la realidad en la que vivimos y a la brecha entre ambas franquicias es el doblaje. Si bien todo el castellano está perfectamente cuidado, el equipo de Nintendo sigue con las voces de Charles Martinet y compañía, lo que hace los partidos de ping-pong (por poner un ejemplo en el que se hable algo más de la cuenta), divertidos, como poco.
Pese a todo, cuando el juego no decide ser estúpido con el jugador, es capaz de explotar sus virtudes y recordarnos, con cariño, a clásicos como Track & Field con unas inteligentes y, ante todo, divertidas pruebas que son perfectamente capaces de distinguirse entre ellas y llevar los controles de la consola hasta los límites de la imaginación de los diseñadores. Mención especial por mi parte a la prueba de Gimnasia Rítmica, que es capaz de proponer una interesante forma de juego musical que no se había visto hasta ahora en la consola (para los amantes del género, pensad en las canciones de evento de Theathrhythm Final Fantasy y corregid todos esos fallos mientras ampliáis la jugabilidad) con nuevas versiones de temas de Mario y Sonic. Casi deseas que no se limitara a un breve minijuego con tan sólo tres canciones con distintos niveles de dificultad.
Y si las catorce pruebas olímpicas se te hacen pocas, no te preocupes: cada una de ellas nos traerá una variación (modo Extra) con nuevas mecánicas para no cansarnos del todo. ¡Y no olvidemos los entrenamientos, hasta treinta en dos niveles de dificultad!
La selección de personajes jugables también ha crecido enormemente, superando la cuarentena. Desgraciadamente, y como en todas las versiones menores, muchas pruebas se limitan a ciertos personajes, lo que es una verdadera pena. No obstante, y si quieres jugar con las estadísticas de dicho personaje pero no con su modelado, siempre puedes disfrazar a tu Mii de dicho personaje… Pero ya os lo digo yo: ver a un señor con barba disfrazado de Estela es perturbador.
En resumen, Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016 es un título muy sólido, con grandes (y no tan grandes) ideas y que, para completar totalmente dará mucho juego, si bien deja con ganas del «más grande y mejor» que nos proporcionará la versión de Wii U. Además, el contar con modo Descarga DS es un gran aliciente.
¡Hora de repartir las medallas!
«Mi título dice que soy Ingeniero en Telecomunicaciones. Mi puesto de trabajo, que soy desarrollador de software. Pero mi corazón me hace creativo.»
Y es que no podía comenzar a escribir estas líneas sin parafrasear la célebre cita de Satoru Iwata que tan bien define mi dualidad y, ya de paso, mi amor por el mundo del videojuego.

- Gran cantidad de contenido para un jugador
- Queremos un spin-off del minijuego de Gimnasia Rítmica
- Minijuegos variados y divertidos
- Se nota el cariño a los fans de otras franquicias
- Picotazos de dificultad que no vienen a cuento
- No todas las pruebas están diseñadas con tal brillantez
- Hay partes del juego que no entienden el concepto
- Sólo puedes usar algunos personajes en las pruebas