Cuando encuentras un trabajo con un arte tan particular como el de Asumiko Nakamura no puede evitar sentir un poco de recelo. Estamos acostumbrados a diseños más bonitos y «consistentes». Sin embargo, En la misma clase es una obra de amor muy recomendable para todos aquellos que quieran leer una historia shonen-ai o BL. Vamos a tratar los motivos.
La misma autora señala en una entrevista al final del primer tomo que, al ser este su primer encargo para una revista BL, no le importó reducirse a la historia más básica, vista y con clichés para sentirse segura y poder desarrollar la historia con tranquilidad. No me da miedo decir que, aunque es cierto que no vamos a encontrar nada especialmente original, le ha salido de fábula porque En la misma clase retrata a personajes realistas y situaciones de slice of life con una naturalidad maravillosa.
La historia comienza en verano —los japoneses dan clases durante el verano, sí, y sus vacaciones son mucho más breves y salteadas a lo largo del año— en un instituto público de baja calidad, donde un alumno sobresaliente llamado Sajô y un guitarrista pasota, Kusakabe, se unen para practicar para un coro que les imponen en clase. Sajô no sabe cantar y Kusakabe le va enseñando a entonar. A pesar de que uno pensaría que no tienen nada en común y, la verdad, no lo tienen, Kusakabe se va sintiendo atraído por Sajô, lo suficiente para sentirse celoso al creer que está aprendiendo a cantar por el atractivo profesor de música.
Sin embargo, en este manga se representa una realidad muy interesante y es que imponemos a los demás lo que creemos que piensan. Kusakabe es un adolescente perezoso y con el líbido un poco subido, que nunca parece haberse tomado nada en serio. Por eso no sabe cómo lidiar con Sajô, que es callado, casi nunca habla y reacciona con mucha timidez a sus avances. Hasta se podría decir que Kusakabe se sobrepasa varias veces, aunque nunca llega al nivel de los yaoi, por suerte, que suelen defender demasiado la violación como un acto de amor. Kusakabe hasta pide perdón por el primer beso que le ha impuesto a Sajô.
Por tanto, estamos ante un introvertido y un extrovertido y algo así sólo puede dar lugares a problemas a la larga. El uno es demasiado retraído para expresarse y el otro saca conclusiones precipitadas y no termina de comprender los problemas de Sajô. Sin embargo, es una relación encantadora y pocas veces he visto una actitud tan adolescente y a la vez tan cariñosa como en Kusakabe. Su preocupación por Sajô es real y a mediados del tomo encontramos una declaración después de una explosión porque Sajô también idealiza demasiado a Kusakabe y no se para a pensar en las situaciones que ve por su baja autoestima.
Lo mejor es que esta relación se prolonga durante todo un curso escolar, por lo que tenemos la oportunidad de verlos evolucionar y acercarse lentamente, con varios conflictos que se llevan al extremo porque… Bueno. Son adolescentes. Para ellos es normal hacer de un granito de arena una montaña.
A lo largo del primer tomo se tratan varios temas. La necesidad de sinceridad y respetarse mutuamente; que la envidia es tóxica y puede romper relaciones; el desconocimiento sobre el sexo —esto se trata muy por encima, pero me pareció apropiado y tengo curiosidad sobre si en el siguiente toma se desarrollará— y, muy por encima, la homofobia. Una de las partes más interesantes es cuando el profesor Manabu Hara, al que deberían despedir por ciertos motivos que suceden en la historia, le dice a Sajô que Kusakabe «no es de esos», que siempre revolotea alrededor de las chicas y que volverá a ellas. Es un temor al que Sajô se debe enfrentar constantemente porque no entiende por qué Kusakabe se acerca a alguien como él.
Una relación nunca es fácil, pero tener que enfrentarse además a los prejuicios de una sociedad machista y homofóbica lo vuelve todo todavía más crudo. No es que les llamen maricones a la cara, pues incluso cuando uno de los amigos de Kusakabe no puede entender que le guste un hombre, intenta alegrarse por él siempre que no le cuente detalles. Pero es una realidad que está ahí, que da miedo a Sajô y que Kusakabe no termina de comprender.
Y hablando de temas crudos, ya he comentado que los yaoi suelen tener el problema de mirar con benevolencia o con lástima la dinámica de que un seme (el personaje más grande, normalmente, y que adopta el rol activo) fuerce a un uke (el personaje que más se suele asemejar a una mujer y que es pasivo) sexual o románticamente. En este tomo no llega a darse un caso tan brutal, pero sí que hay manipulación por parte de un profesor hacia su alumno. Y luego se nos cuenta su historia. El amor no conoce fronteras de edad —por suerte la ley sí— y es comprensible que, dentro de su ambiente, se vea atraído por un jovencito vulnerable e inteligente. Me gusta que nos cuenten su punto de vista, que sea un personaje humano con temores tontos y que luego se arrepienta de ser demasiado bocazas, que nos acerquen a él. Es decir, que no sea el «malo» que se interpone en la pareja y poco más. Sin embargo, la manipulación emocional hacia un menor es un tema delicado y que luego no se vuelve a visitar. Es un problema típico de este género y me hubiera gustado que, si tenía que meterse porque planta dudas en el corazón de Sajô, al menos se hubiera tratado como lo que es.
Por otra parte, aunque el dibujo es, cuanto menos, extraño, el ojo se adapta con rapidez. Es cierto que hay posturas raras, que la anatomía no es del todo lógica, pero lo que importa es que al final es muy natural y expresivo. Es muy fácil adivinar lo que el personaje está pensando o haciendo antes de leer el texto. Los fondos a menudo están ausentes porque la autora prefiere centrarse más en los sentimientos que se expresan en el momento y lo consigue sin ningún problema, no se siente que sea un manga vacío o al que le falten detalles.
La edición de Tomodomo, por su parte, es preciosa, con una portada y una contraportada que representa bien el contraste y la dinámica de los personajes. Al final de cada capítulo se incluyen divertidos bocetos de los protagonistas y siempre es de agradecer que se nos traigan las palabras finales de la autora. Además, la traducción y localización es magnífica. Kusakabe parece un verdadero adolescente, igual que sus amigos, con un vocabulario barriobajero, y las voces de los personajes suenan naturales. Así da gusto.
En definitiva, un manga de amor adolescente que merece mucho la pena leer.
Redactora de artículos variados (Neon Genesis Evangelion, Utena, Nier Automata, Berserk, D.Gray-man) sobre worldbuilding, personajes o narrativa. De vez en cuando alguno de opinión. Tengo un blog donde hago lo mismo pero con libros.

- Personajes creíbles
- Una gran traducción
- La naturalidad de la relación de los protagonistas
- Cuesta un poco, al principio, hacerse al dibujo
- Se saca algún tema delicado que no se desarrolla