Porque no sólo de manga y Avatar: La Leyenda de Aang vive esta casa, de vez en cuando toca aventurarse al otro lado del charco con ofertas como la de Marvel. Y si ya decidí en una ocasión reseñar el primer tomo que nos traía Panini Cómics a España con los siete primeros números de Ms. Marvel vol. 3, es hora de aventurarse con un segundo (en esta ocasión, entre el 8 y el 15, con el subtítulo Generación ¿por qué?). ¿Qué habrá sido de Khamala Khan en este tiempo? Pronto sabremos la respuesta. Eso sí, si entre vuestros superpoderes no se incluye el evadir spoilers a lo Matrix, mejor no sigáis leyendo si no estáis familiarizados.
Y si bien el primer tomo nos mostraba a una Khamala que no era capaz de determinar su rol heroico, da la sensación de que cada vez eso es un menor problema para nuestra protagonista. De hecho, obviando la incorporación de Mandíbulas, el gigantesco perro inhumano que envían desde Nueva Atillan para controlar a la nueva superheroína (¡y encima se puede teleportar!), el argumento avanza rápidamente hacia el conflicto villanesco que se nos abría en la anterior entrega: El Inventor.
A pesar de ello, sigue abriendo cuestiones respecto a la adolescencia y la identidad que encajan perfectamente con el tono y el mensaje general del cómic, ya que encuentra que uno de los chicos que habían sido raptados por el villano quieren seguir allí de motu propio, con justificaciones como «formo parte de esto, no puedo marcharme» y «necesito devolver», lo que da las primeras pistas sobre la realidad que ven desde el edificio.
No obstante, un ataque al instituto donde estudia termina llevándola a Nuevo Atillan, donde conoce la verdad sobre sí misma: no es una mutante, sino una inhumana (algo que los lectores ya sabíamos a raíz de la niebla terrígena) y que en realidad no está sola en esto. Pero dada su resolución, eso sólo le hace más deseos de plantarle un puño en la cara al villano, por lo que decide escaparse de noche para poner en marcha más acciones heroicas sin preocuparse en demasiada medida por las advertencias.
Y al superar las barreras del villano, se confirman sus preocupaciones: los chicos están allí por elección. Con un objetivo medianamente noble como controlar la crisis energética, se están sometiendo como baterías humanas debido a una mezcla de baja autoestima y de falta de propósito en la vida. Los adolescentes son unos parásitos y no dan nada a cambio. Con esa mentalidad, El Inventor puede poner bajo control a un buen puñado de adolescentes. Khamala reacciona con furia ante la idea, recordándoles a todos que sí que tienen algo que aportar. Futuro. Y con un discurso motivador, todo está resuelto. Bueno, todo menos meter el pico hacia adentro a ese engendro genético, claro está. Y para ello sacamos otra moral que cae como un yunque: el trabajo en equipo.
Y no sé, a pesar de ser una sarta de tropos de los que aparecen hasta en la sopa, siempre hay que pensar que los tropos no son malos, y si se emplean bien dan buen efecto, como es el caso. Además, la procedente repartición de estopa siempre es un dulce después de un discurso tan deplorable, por lo que la conclusión del arco no puede ser más satisfactoria.
Pero continuando con la vida de Khamala, llega el baile de San Valentín en el instituto, un pequeño arco de un único episodio que se nota claramente como un grano que no tiene mucho sentido. Cambia el dibujo, cambia la narrativa y Ms. Marvel se vuelve, durante unas cuantas páginas, en algo que sabe a irrelevante y, de no ser por la presencia excéntrica de Loki (sí, el asgardiano) pasaría sin más pena ni gloria más que en sentar algunas pistas románticas sobre la mesa (que siendo todo lo obvio que es, no llevan a ninguna parte). Pero por suerte, no tarda mucho en ponerse en marcha la siguiente aventura, que comienza con un entrenamiento en Nueva Atillan, algo que da en un par de páginas, risas mucho más sinceras que en todo el anterior capítulo.
Pero no es eso sobre lo que va el arco argumental. Sinceros con la realidad de muchas familias como la de Khamala, sus padres insinúan que podría dar una oportunidad a Kamran, el hijo de unos amigos de la familia, algo que es totalmente indignante para la chica hasta que se da cuenta de que es friki y guapete, por lo que no tardan en saltar chispas. Eso, obviamente, pone en marcha el clásico argumento de cómic en el que hay que compaginar un posible ligue con una identidad secreta. Y éste, a mi parecer, no estaría tan bien llevado.
Suerte que sólo dure unas páginas, porque, ¡sorpresa! Kamran también es inhumano y le ha pillado a la primera. Eso les une más, comparten momentos íntimos, se les arruinan los momentos íntimos… Sí, lo de siempre. Pero al menos es ágil y no te aburre aunque intuyas de antemano lo que puede ocurrir.
¿Y si queríais tollinas? Tranquilos, porque esto se une a la nueva trama villanesca. ¡No podía ser todo tan idílico, así que Kamran trabaja para los malos y quiere que Khamala se una! ¡Uh! ¡Apasionante! Charlita del villano por aquí, un par de puñetazos aumentados, algún comentario sarcástico y una huida complicada por delante. Menos mal que Bruno, el buen amigo obvio es capaz de salvar el día.
No lo voy a negar, este tomo me ha parecido muchísimo más clichetástico que el anterior (que también, pero sabía más a necesidad narrativa que a este tipo de cosas), pero la forma de desenvolverlo y el carisma de los personajes es capaz de hacerle frente con mucho éxito dando lugar a un producto muy satisfactorio. Además el dibujo y la edición encandilan y el humor (tanto en lo visual como en diálogos) es capaz de sacarnos más de una y de dos carcajadas.
¿Estar entre la espada y la pared habrá quitado a Ms. Marvel tanta tontería adolescente de la cabeza? Lo veremos en el próximo tomo.
«Mi título dice que soy Ingeniero en Telecomunicaciones. Mi puesto de trabajo, que soy desarrollador de software. Pero mi corazón me hace creativo.»
Y es que no podía comenzar a escribir estas líneas sin parafrasear la célebre cita de Satoru Iwata que tan bien define mi dualidad y, ya de paso, mi amor por el mundo del videojuego.

- El humor sigue estando a la altura
- Tropos adolescentes, pero bien llevados
- El capítulo de Loki, fuera de lugar