Osamu Tezuka es considerado por muchos un autor de culto, nada menos que el dios del manga en Japón y uno de los escritores con más producción de toda la historia, elaborando alrededor de 700 obras. Entre las más famosas destacan Tetsuwan Atom —Astro Boy en España— o Ribbon no Kishi, La princesa caballero o, literalmente, «El caballero del lazo».
Publicado en los años cincuenta, La princesa caballero trata la historia de Zafiro, heredera del reino de Silverland, que posee un corazón de hombre y otro de mujer. Zafiro debe ejercer como príncipe para su reino y ocultar su identidad femenina, a la vez que pelear contra todo tipo de personajes, incluyendo diosas y piratas, que buscarán aprovecharse de su condición única, además de defenderse de conspiraciones por el trono y diversas situaciones. La serie cuenta con tres tomos publicados por la editorial Kodansha y, en España, por la antigua editorial Glénat (EDT). Asimismo, en 1967 se estrenó como anime y recibiría una secuela titulada Futago no Kishi, que protagonizarían los hijos de Zafiro. Futago no Kishi, a pesar del éxito de su predecesora, no llegó a España.
Tezuka extendió su influencia por muchos estilos y géneros, y el shōjo, orientado en especial al público joven femenino, nació a causa de esta obra. La mayoría de elementos principales del shōjo fueron establecidos por este autor en su afán por llevar sus historias hacia mujeres: ambigüedad sexual, relaciones románticas prohibidas y finales felices en los que el amor triunfa.
E incluso más allá de la temática y las características del género, también podemos observar recursos ilustrativos similares entre La princesa caballero y el resto de obras shōjo, como serían las figuras estilizadas y la clásica cintura de avispa, adaptada de los dibujos de los hermanos Fleisher y de Walt Disney, y los ojos grandes y expresivos, que también contienen influencia de Disney y que ya aparecieron en obras anteriores de Tezuka como Astro Boy.
Historias como la de Zafiro, en las que el personaje protagonista es una chica fuerte —un caballero en este caso— capaz de enfrentar y superar todos sus obstáculos dieron la vuelta al rol de la mujer en la posguerra, que todavía era pasivo y no solía ir más allá del de la esposa. Fue un gran avance por parte de Tezuka, y La princesa caballero inspiró a un gran número de mangakas de los años sesenta y setenta, como Rumiko Takahashio o Riyoko Ikeda, autoras de Ranma ½ y La rosa de Versalles respectivamente.
Zafiro, el príncipe que quería ser princesa
El mundo de La princesa caballero está basado en la Alemania medieval, y a grandes rasgos adopta sus costumbres y la mitología cristiana. La trama empieza en el Cielo, donde Dios está asignando género a los bebés que nacerían al día siguiente. Su método consiste en darles un corazón: rojo para las niñas y azul para los niños. Pero Tink, el más travieso de sus ángeles, le ofrece un corazón azul a uno de los bebés, convencido de que «tiene cara de chico». Sin embargo, Dios había decidido que ese mismo bebé sería una niña, y le da un corazón rojo.
Furioso al descubrir lo que ha hecho Tink, Dios le condena a acompañar al bebé a la Tierra con la misión de extirpar la parte masculina de su corazón, pues la criatura no sabrá si es un chico o una chica. Sin embargo, durante el viaje, sin embargo, Tink es separado del bebé.
El problema se agrava cuando la pequeña resulta ser la hija del rey y la reina de Silverland. La ley sálica de ese país impide que una mujer gobierne, de modo que —tras un error de pronunciación del doctor en el que el género del bebé se malinterpreta— el castillo entero decide proteger la identidad de la princesa y educarla como un príncipe; de lo contrario, el trono pertenecería al hijo del malvado duque Duralmin.
Pasarían muchos años antes de que Tink, convertido en un niño humano, pudiese acceder de nuevo a Zafiro, y ni siquiera entonces tendría las cosas fáciles para arrebatarle su corazón masculino y poner fin a su travesura.
El manga nos cuenta que Zafiro nace siendo una mujer biológica. Durante quince largos años, la crían como príncipe y como princesa a la vez, reservando la mitad del día para un papel y la otra mitad para el otro. Sus padres se dirigen a ella con pronombres femeninos y ella misma no demuestra tener preferencia por un género u otro, con alguna que otra excepción.
El amor de la muchacha por Franz Charming, príncipe del reino vecino de Goldland, será el detonante de la historia, pues hace que Zafiro acabe renunciando a su corazón masculino para estar con él.
Antes de llegar a tomar esa decisión, cabe decir que a Zafiro se le plantean un sinfín de elecciones para que se decante por uno de sus corazones. Ya hemos hablado de Tink y de Duralmin, que buscan que Zafiro sea una mujer por distintos motivos, y también Franz despierta en ella el deseo de no tener que volver a hacerse pasar por hombre. A este grupo de personajes se les suma la dama Hell, una bruja que quiere arrebatarle a Zafiro su corazón rojo y dárselo a su hija Hékate para que sea más hermosa y delicada —más femenina, en resumen— y convertirla en princesa, una decisión que su hija no comparte. La diosa Venus también juega un papel importante al encapricharse del príncipe Franz, hecho que la lleva a odiar a Zafiro. Por su parte, en cierto momento de la trama, Zafiro se «convertirá» en mujer (perdiendo su corazón masculino) como en hombre (perdiendo el femenino).
Los personajes, quitando a la protagonista, son básicos y cumplen con unos estereotipos muy claros. Hay un bando bueno y uno malo, un «rasgo dominante» en cada uno (villano, héroe, pícaro…) de manera que Tezuka enfoca la obra hacia un público más bien infantil, aunque con giros sorprendentes. Hékate, por ejemplo, es una hechicera y es malvada, pero admira a Zafiro y, con el tiempo, se vuelve una aliada de ella y de Franz; le lleva la contraria a su madre sin renegar de ella.
La queerfobia
La historia de La princesa caballero termina con Zafiro convirtiéndose en «una mujer completa» al quedarse únicamente con su corazón femenino. Se casa con Franz y tienen gemelos, los protagonistas de Futago no Kishi. Ahora bien, ya hemos comentado que Zafiro no siente disforia, y su deseo de ser mujer nace junto a la atracción por Franz, a la vez que, para ella, ser hombre y mujer es normal. ¿Es Zafiro genderfluid? ¿No binaria? ¿Es queerfóbico por parte de Tezuka que Zafiro tenga que ser del todo mujer para poder estar con su príncipe?
Desde el siglo XXI… Sí, lo es. La historia y el mundo establecen que el sistema correcto es binario, por no hablar de que la situación de Zafiro surge a causa de una equivocación, la travesura de Tink. Zafiro no es normal. O eres un hombre, o eres una mujer, no hay término medio. Pero si nos situamos en los años cincuenta, cuando los términos «género fluido» y «no binario» eran del todo desconocidos, hay que considerar la obra de Tezuka como rompedora y valiente. Cumple con lo que se propone: que la mujer salga del arquetipo de la feminidad. Que sea más que una esposa, que una hija y que una madre, y eso no sólo lo cumple Zafiro, sino también el resto de los personajes femeninos, desde la reina de Silverland hasta la dama Hell.
Pero no podemos olvidar que Zafiro, por fuerte y luchadora que sea, renuncia a una parte de su ser por un hombre.
- Historia entretenida y fácil de leer
- Buen uso de arquetipos
- Dibujo limpio
- Queerfobia y leve machismo (es de los años cincuenta)
- Final precipitado y poco desarrollado