Hablar de la colisión de dos gigantes del anime en cuanto a producción y dirección como son Masao Maruyama y Shinichiro Watanabe es un lujo que pocas veces podemos permitirnos. La cosa parece estar cambiando, no obstante, gracias a MAPPA, un estudio ventana a otra forma de hacer anime. No se trata de ninguna técnica revolucionaria dentro del mundo de la animación japonesa, tan sólo se trata de espacio. Espacio para trabajar, margen de maniobra, y sobre todo, pasión por contar historias.
Hablar, por tanto, de una de estas series, es hablar de un producto de calidad, que despide buen hacer por los cuatro costados. Y no es que el primer capítulo de Zankyou no Terror sea toda una declaración de intenciones, pero desde el principio está ese algo que la hace especial.
Aunque si hay algo que la haga especial es precisamente que no encaja dentro del marco al que Watanabe nos tiene acostumbrados. Su última serie no parece anunciar que el director de Cowboy Bebop y Samurai Champloo estuviera a los mandos, y eso es una buena noticia. Lo es porque significa que el director no deja de reinventarse; ya nos sorprendió con un cambio de registro en Sakamichi no Apollon, y ahora vuelve con una historia que ya decía Maruyama, suponía la aparición de un Watanabe totalmente nuevo.
Bueno, podemos dar fe de ello. Zankyou no Terror supone un paso al frente en cuanto a una trama más cercana al mundo actual y también, más próxima al tipo de historias que proliferan hoy día. La diferencia está en que las piezas que se han utilizado para crearla son francamente mejores.
Por lo pronto, es una forma más de acercarse a un público más joven y moderno; lo de identificarse con ellos ya es otra historia. Adolescentes, alumnos de instituto, que viven en Tokio, y que lejos de desempeñar su papel rudimentario dentro del sector de población al que pertenecen, persiguen unas metes y pretensiones algo más grandilocuentes que el resto de sus compañeros.
Si el hecho de perpetrar un atentado los hace más o menos apetecibles para el aficionado —si bien ya os digo que rebosan simpatía y carisma—, es algo que pasa a segundo plano. Porque cuando acabes el capítulo, aún sin saber qué narices persiguen esos dos locos cuyo pasado parece encerrar más de una explicación, querrás que sigan haciendo explotar cosas. Qué reivindican o qué les ha llevado a hacerlo será a buen seguro uno de los grandes pilares de la serie, pero si había un buen modo de empezar una serie seguramente era éste.
Por cierto, Yoko Kanno vuelve a ponerle el ritmo a la última serie de Shinichiro Watanabe, y nada podría ser más redondo.
Fundador, redactor jefe y editor de Deculture.es. Jugón desde la vieja escuela, amante de JRPGs y SRPGs, a poder ser de estilo clásico. Lector de cómics, amante del manga clásico.