Reseña: ‘Cibercafé a la Deriva’ #4

Continúa la brutalidad argumental de Shuzo Oshimi

Llegamos al punto neurálgico de Cibercafé a la deriva. Shuzo Oshimi ya tiene todos sus peones fuera y es hora de ofrecer respuestas; qué está pasando y por qué nuestros personajes están aislados del mundo en lo que parece una realidad cada vez más difusa. Están desbocados, irreconocibles y fuera de sí en lo que para algunos se ha convertido en toda una fantasía de la que sacar partido; estar solos en el mundo parece tener sus ventajas si haces uso de la fuerza bruta, parece decirnos un Oshimi que sigue empeñado en llevar a sus personajes al extremo.

Este extremo, por primera vez en Cibercafé, parece tener sus bondades. A través de la vejación parece nacer un halo de buena fe y creencia en las personas. Lo hace cuando hemos perdido toda esperanza, y lo hace a través del personaje gordo y friki. No es casualidad; Oshimi parece tener muy claro cuál es el lugar de cada una de las partes de su historia, y para ello no duda en sacar a relucir todo lo malo de una sociedad estereotipada y encerrada en sí misma que solo ve a través de las apariencias.

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Cibercafé a la deriva es un canto a una sociedad desesperada y atrapada por una forma de pensar y actuar que reprime unos instintos básicos inherentes al humano y su estupidez. No pretendo entrar a valorar qué parte de esa estupidez es buena —desde luego, no toda es mala— pero sí resulta de una gran importancia prendarse de ella para entender los pasos que siguen los personajes de la obra de Oshimi. Es más, es a través de esa estupidez lo que permitirá por fin afrontar a Toki sus fantasmas del pasado y mover ficha.

No te puedes pasar la vida queriendo echarle un polvo a alguien. Mucho menos amando a una persona en la oscuridad de tu existencia. Tus acciones, tus pensamientos, tu vida. “Lo tienes ahí, puedes cogerlo. Pudiste cogerlo. Pero fuiste y eres un puto cobarde”, nos gritan las viñetas Oshimi.

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Tono, en cambio, no parece dispuesta a seguir dejando pasar la oportunidad de profesar sus sentimientos. No sólo llega la mitad de la historia, también llegan respuestas a algunos de los interrogantes que se llevan abriendo desde el comienzo de la historia que edita Milky Way Ediciones. Y de hecho, no se sale demasiado de las teorías locas que algunos de los personajes ponían de manifiesto al principio.

De una forma o de otra, Tono tiene la llave al misterio que encierra esa dimensión paralela perdida en alguna parte. Incluso, cerramos el tomo viendo cómo el móvil de Tono está lleno de fotos y vídeos de su vida tomados desde una perspectiva que nadie logra entender. ¿Cómo han llegado hasta ahí esos vídeos? Hay que seguir avanzando, pero está claro que nuestra chica protagonista, sea consciente o no de ello, tiene más respuestas de lo que parecía al principio.

¡Seguimos!

Cibercafé a la Deriva #4
Lo mejor
  • Por fin empezamos a encontrar algunas respuestas, o lo que parece el principio de ellas.
Lo peor
  • La abducción a la que han llegado los propios personajes.