El cinco de enero de 2014 se estrenó un curioso anime junto al resto de temporada. Poco me hizo falta ver para descubrir que El pupitre de al lado (なりの関くん Tonari no Seki-kun) estaba hecho para mí. En primer lugar, su título americano, The Master of Killing Time (si bien el manga tomó un nombre más «tradicional» como My Neighbor Seki), me contaba todo lo que quería saber sobre el argumento.
Que era una serie sobre alguien a quien se le daba muy bien procastinar. Un vistazo al cartel original situaba la historia en un colegio y poco tuve que ver para averiguar que la adorable chiquilla del pelo blanco se llamaba Rumi y tenía que aguantar las excentricidades matatiempo del titular (al menos, en Japón) Seki.
Y en realidad, no necesitamos mucha más caracterización que la aparente para meternos de lleno en el primer capítulo, en el que el protagonista, sin comerlo ni beberlo monta un circuito de dominó completo con gomas de borrar en su escritorio de clase sin ningún tipo de preocupación aparente porque le pille su profesor. Una situación como ésa puede parecer más o menos plausible, pero perdemos la ilusión de credibilidad cuando descubrimos que otras de sus locuras incluyen el pulimento de la mesa (no sin productos especializados, por supuesto) o el cuidado de gatos durante una de esas aburridas clases. En resumen, una buena mezcla entre lo creíble para sentirnos identificados con nuestra época de pintarrajear cuadernos y locuras para que nunca sepamos qué podemos esperarnos.
Y con sólo esa premisa, Takuma Morishige sabe contar grandes, pero breves historias con encanto. Guiando la narrativa en su mayoría por los pensamientos y reacciones de Rumi, hace cada uno de los capítulos de en torno a la docena de páginas una experiencia única y sorprendente, ya sea por las locuras del protagonista o por las hilarantes reacciones de una muchacha que sólo quiere atender a sus clases sin distracciones pero acaba metida en profundas elucubraciones sobre lo que podría pasar por la cabeza del ocioso estudiante del pupitre de al lado. En ocasiones dejando volar su imaginación, otras intentando lograr que pare o que, al menos, salga escaldado y en alguna ocasión, incluso juzgando la calidad de su trabajo.
De forma muy ligera también cuenta con algunas pequeñas tramas de fondo, como que alguno de los compañeros de clase empiecen a darse cuenta (y, por supuesto, malinterpretar) el interés de Rumi por su compañero de al lado. Otros episodios dan algo más de protagonismo a otros estudiantes de los pupitres cercanos o llevan la acción al patio o la piscina para clases como la de gimnasia pero, por lo general, la fórmula se mantiene fiel a la premisa y la mecánica descrita. Y eso no es, en absoluto, un defecto.
Por otro lado, el dibujo es simple pero efectivo, subrayando la importancia de la imaginación pero sin rebajarse a rozar lo que podría considerarse cutre, ya que logra que todo se haga lo suficientemente ágil y dinámico con un trazo limpio, claro y sobre todo expresivo, dotando la obra de un lenguaje corporal que complementa a la perfección a la narrativa y encuadre de las viñetas.
Y Ediciones Tomodomo se ha portado de escándalo con la serie, en un cuidado tomo de 170 páginas con una traducción impecable y algunas anotaciones culturales para los casos en los que la diferencia entre oriente y occidente no pueda asumirse de forma directa, lo que nos acerca a disfrutar de la idea original sin necesidad de cambios, algo que se agradece en obras tan japonudas. Por otra parte, la calidad del tomo se ajusta a las líneas generales de la editorial con una perfecta maquetación y, por tonto que pueda parecer la elección de fuente, me resulta un gran acierto, muy acorde con la tónica de la serie.
En resumen, El pupitre de al lado es una serie que me sorprendió de primeras en su adaptación al anime y me ha vuelto a arrancar un buen puñado de risotadas al tenerlo en mis manos en formato manga. Una recomendación a tener en cuenta si quieres una serie divertida (especialmente si te sientes identificado con la idea), pero que quizá pierda fuerza si ya eres conocedor de las historias. Sin duda, algo que hay que leer para creer.
«Mi título dice que soy Ingeniero en Telecomunicaciones. Mi puesto de trabajo, que soy desarrollador de software. Pero mi corazón me hace creativo.»
Y es que no podía comenzar a escribir estas líneas sin parafrasear la célebre cita de Satoru Iwata que tan bien define mi dualidad y, ya de paso, mi amor por el mundo del videojuego.

- Algunos nos sentiremos identificados con el aburrimiento en clase
- Divertido, loco e ilógico hasta decir basta
- Rumi es, sencillamente, adorable
- Una edición magnífica
- No te sorprenderá tanto si vienes del anime
- Si no te gusta la estructura de