Análisis: ‘ATTACK OF THE FRIDAY MONSTERS: A Tokyo Tale’

Analizamos el juego CON ESE NOMBRE TAN GRITÓN

Pocas veces he tenido el gusto de analizar un título como ATTACK OF THE FRIDAY MONSTERS: A Tokyo Taleuna de las tres apuestas del pack Guild 02 (a la venta como títulos separados en occidente) de la compañía nipona Level 5 en colaboración con Kaz Ayama para Nintendo 3DS.

El título es uno de esos a los que directamente no consideraré un juego. No, no pienso entrar en el debate si una aventura gráfica de este estilo debería o no llamarse juego ni a discutir si es algo más que simple ficción interactiva. No, me negaré a tratarlo de juego porque, como títulos como Flow o Journey, de thatgamecompany, lo he terminado considerando una de esas experiencias únicas e irrepetibles.

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En esta aventura gráfica en la que encarnaremos a Shota, un niño japonés de los años 70, se nos narrará una historia que nos sorprenderá inevitablemente la primera vez que se nos cuente, pero que estoy convencido de que perdería su efecto en partidas subsecuentes. En ella, veremos el mundo a través de sus ojos, con especial énfasis en la producción de un tokutatsu en un pueblo rural del país del sol naciente.

No me gustaría detallar más sobre ella por no hacerle perder la magia que destila en su narrativa, pero os aseguraré que la aproximación inocente a todo lo que rodea al pueblo y la forma en la que se dan pistas al usuario más adulto sobre la realidad que viven es simplemente maravillosa, explicando cómo difieren la visión de Shota y de los adultos del pueblo con ligeros detalles.

Está claro, en lo que nos cuenta y en cómo nos lo cuenta acierta de lleno. ¿Pero cómo se comporta con el medio en el que lo cuenta?

La estructura «episódica» del título (que en realidad se limita a poner un nombre temático al sistema de líneas argumentales secundarias) está a medio camino entre el acierto y el fracaso, ya que te puede dejar sin ver parte de la historia si no vas un poco avispado, ya que algunas líneas se cerrarán conforme avances con el juego y en ningún momento se te indica qué es y qué no es obligatorio. No obstante, es lo poco que puede invitarte a revisitarlo para intentar obtener todos los secretos.

Attack of the Friday Monsters Personaje

Por otro lado, como producto interactivo es ciertamente mediocre. Sí, los gráficos y el sonido funcionan bien (salvo cierto efecto de audio que te querrán hacer arrancarte los tímpanos con una pinza oxidada), en su mayoría muy reminiscentes de las famosas series de Kaijuus. Lo que no funciona bien es la parte en la que interacciona con el jugador. Algunos detalles, como animaciones que se repiten demasiado y resultan excesivamente largas y molestas, o el mayor problema que he podido sufrir: el juego de cartas en el que habrás de ganar a tus amigos.

La mayor interacción y desafío que tendrás con el resto de personajes será un juego de cartas que te obligará primero a recolectar piedras que se convertirán en tarjetas al hacerse con diez de ellas y se enfrentarán a otras con unas mecánicas muy simples de piedra-papel-tijeras. Y ya está. Un añadido molesto y que además es obligatorio. Quizá como coleccionables, las imágenes de diversos monstruos nipones hubieran supuesto un gran añadido. Como mecánica jugable obligatoria, es una molestia que distrae de la narrativa. Aunque, viéndolo desde otro lado, concuerda con la visión infantil. Si es deliberado o no, es otra cosa.

En resumen, ATTACK OF THE FRIDAY MONSTERS: A Tokyo Tale es, como ya he descrito, toda una experiencia. Una que recomendaría a cualquier amante de la cultura japonesa, pero siempre sabiendo que es un título que nos durará unas pocas horas y no se prestará a una segunda partida con tanta facilidad. Nunca he visto nada igual en mi Nintendo 3DS, por descontado. Y de hecho pocas cosas así he visto en mi vida.

7.2
ATTACK OF THE FRIDAY MONSTERS
Lo mejor
  • Una experiencia única
  • Derrocha amor y mimo por todos lados
  • Una narrativa que sorprende
Lo peor
  • Jugablemente deja mucho que desear
  • No da pie a más de una partida. Perdida la sorpresa, no vale nada