Los YouTubers no son Dalas Review

De cómo un periodista denigra tanto a una afición como una profesión

Youtubers no son Dalas Review

Estaba seguro de que Final Fantasy XV iba a ser el tema más candente del día en redes sociales, al fin y al cabo Square-Enix ha compartido ni más ni menos que 52 minutos de la versión máster del juego, la que veremos en las tiendas, vaya. Pero me equivocaba, y es que esta tarde hemos tenido en Twitter un escándalo, o como suele decir la chavalada, ‘salseo’, poco menos que preocupante. El polémico y a la par popular YouTuber Dalas Review ha sido denunciado por presuntos malos tratos por parte de dos de sus exparejas. Varias menores también lo acusan de haber sido presuntamente acosadas por él. La información se recoge a doble página en el último número de la revista Interviú, donde además se hace una breve crítica contra otro YouTuber polémico, Álvaro Reyes, el “experto en seducciónacusado de promover el acoso a las mujeres a través de sus vídeos y talleres.

Sin embargo esta entrada no está dedicada a ellos, sino que centra su foco en un desafortunado texto de opinión que, tras enterarme de todo esto, sabía que iba a aparecer por algún lado. Lo que no me esperaba es que apareciera tan pronto, en la misma revista que denuncia estos hechos.

Este texto, que cuenta con autoría del periodista Gonzalo López Alba, es de esos que aprovechan una polémica causada por una ínfima minoría para generalizar y, ya sea voluntaria o involuntariamente, crear un estigma sobre una afición y profesión desconocida entre las masas, en este caso la figura del YouTuber. Ya pasó en los años 80 y 90 con los jugadores de rol de mesa, acusados en columnas de opinión y grandes titulares de practicar el satanismo. También ocurrió en los 90 con los videojuegos, donde se abrieron titulares y telediarios para insinuar e incluso afirmar maliciosamente que creaban adicción a las drogas y fomentaban la violencia y el homicidio entre los jóvenes. Y otras tantas polémicas más como internet, los móviles y whatsapp que siempre tienden a frenar la divulgación de estas actividades y herramientas, a la par que se pone una pesada etiqueta acusadora a quienes disfrutan con ellas.

El primer párrafo de este texto reza así:

No se les cae de la boca la palabra puta cuando se refieren a las mujeres, y sin embargo, las chicas hacen colas para conseguir sus autógrafos. Son YouTubers, autores de vídeos virales que se difunden en la red sin cortapisas y que se han convertido en los modelos con más influencia entre los jóvenes, que ven un ejemplo a seguir en quienes pregonan una ruptura agresiva con los límites socialmente establecidos. No solo la pregonan, también la practican. Uno de los más famosos, con más de dos millones y medio de seguidores, ha sido denunciado por malos tratos por dos de sus antiguas parejas y tiene otras tres denuncias de menores que pudieron ver el lado oscuro del espejo en el que miraban.

Con este texto, el señor López Alba está mandando un mensaje venenoso, no solo a desconocedores sobre el tema, sino también a los fans y a los propios YouTubers, y ese mensaje no es otro que “las jóvenes están adorando a los YouTubers pero no ven lo malos que son”.

Desconozco el camino que ha seguido el señor López Alba como periodista, así que no estoy en derecho de juzgar su contribución al periodismo español, ni tampoco lo pondré en duda. Pero sí que tengo derecho a criticar sus palabras carentes de tacto y de matices. El periodista de Interviú generaliza en una revista cuyo público mayoritario desconoce qué es un YouTuber y le atribuye a esta figura unas connotaciones peligrosamente negativas sin poner los matices donde corresponde. Esto se junta con el atrevimiento a sugerir que YouTube es en su generalidad un nido de machistas y maltratadores que son adorados por chicas jóvenes, mientras se pregunta en qué se han equivocado quienes “aún peinan canas” para que esto pase.

loulogio wanted

Loulogio, en busca y captura por ser YouTuber. Ahora vive en un refugio nuclear y se alimenta de potitos de verdura y pescado.

Pues yo, que aún estoy a una década de peinar canas, se lo voy a decir claro, señor López Alba. El problema es volver a repetir el juego de crear el estigma sobre un producto o servicio popular entre los adolescentes solo porque el adulto, desconectado de las tecnologías o atrasado en ellas, no se ve familiarizado con ellas. Un estigma que se repite cada ciertos años, década tras década, siempre con diferentes productos, pero todos ellos ajenos a adultos cada vez más desinteresados por lo que hagan los menores. Sí, hay YouTubers que pueden ser denunciados por malos tratos, del mismo modo que hay periodistas que pueden llegar a levantar la mano a su pareja. ¿Ello convierte a la totalidad los periodistas, o incluso a la noble profesión del periodismo en un nido, foco o fábrica de machistas? Por supuesto que no, ¿Por qué debería hacerlo entonces la afición o profesión del YouTuber? Una ávida lectora de libros, un amante de la cocina. Una señora que crea humor tonto y zafio, un joven de generosa barba y pelo desaliñado capaz de sacarnos una carcajada con sus críticas de películas. Todos ellos y tantos otros más son YouTubers, no tiene sentido tratar a los niños como imbéciles, ni tampoco insultar a la inteligencia de los lectores que leen la revista para la que escribe intentando reducirlo todo a «unos críos que dicen puta y te pueden levantar la mano«.

Usted mismo asegura que la respuesta únicamente puede estar en la educación. ¿Pero cómo vamos a educar a los menores y adolescentes si los culpamos mientras evitamos educarnos a nosotros mismos para curarnos de prejuicios y vagueza ante aquello que nos es ajeno o extraño? Fueron los jóvenes los que huyeron de la televisión por sentirse abandonados y por ser bombardeados por el machismo y la falta de educación que nuestros mayores transmiten a través de programas como Sálvame Deluxe, Gran Hermano, Mujeres Hombres y Viceversa, y tantos otros. Fueron ellos, en su huída, quienes vieron en YouTube, los cómics, los juegos de rol y los videojuegos un espacio que atendía a sus necesidades cuando la televisión les dio de lado e insultó a su inteligencia.

El problema del machismo y la violencia de género no se cura con criminalizar, ni al YouTuber , ni a quien respeta al YouTuber. Ni usted ni yo tenemos la llave para erradicarlo, por desgracia, pero sí que podemos poner nuestro grano de arena, ayudando a evitar que se cree un mal mayor: Podemos evitar distraer la atención del público sobre el problema real, y también podemos evitar que se culpe a un colectivo de creativos amateurs y profesionales de los presuntos actos cometido por uno o dos individuos.

Por último rompo una lanza a favor de los adolescentes menores de edad que siguen con fervor a un o una YouTuber hasta el punto de considerarlo un ídolo. Cuando aparecen casos de presuntos delitos o acoso en torno a una figura popular no hace falta que ningún adulto imponga a sus fans qué han de hacer, ni tampoco acusarlos.  Todos alguna vez hemos sido fanáticos o hemos vivido en un espejo que nos aleja de la realidad, pero también hemos tenido la oportunidad de aprender de nuestros errores, e incluso repetirlos, para finalmente corregirlos. Ellos no son diferentes, al fin y al cabo están en una etapa en la que quieren experimentar, probar, conocer cosas nuevas: sus aficiones, sus temas de interés, su sexualidad, sus amistades. Tropezarán con una piedra, con dos, o a lo mejor con tres, pero frenarles y tratarles como incapaces solo es poner más piedras en el largo camino que ellos mismos han labrado y por el que aún tienen que caminar.