Hoy mismo se ha estrenado el tercer episodio de Generaciones Pokémon, la serie de cortos que adapta todos nuestros recuerdos de la franquicia en el adviento de Pokémon Sol y Luna (del que no hace mucho se han revelado nuevas criaturas). En este caso, la llegada de Azul (o Verde, si eres nipón) al Alto Mando. ¿Y qué mejor para celebrarlo que unas breves impresiones?
#03 – El Aspirante
Probablemente, uno de los momentos más climáticos para los chicos de los 90 que teníamos una Game Boy como extremidad adicional fue encontrarnos a Azul Oak (o el obsceno nombre que decidiéramos ponerle) sentado en el sillón del Campeón. Y sólo podíamos soñar cómo llegó a ese punto, ¿verdad?
Claro está, nuestro rival había podido vencer a los cuatro formidables enemigos contra los que nos habíamos enfrentado en lo que seguramente hubieran sido batallas tan épicas como la nuestra. Eso sí, quizá con un poco más de chulería de lo que podría haber mostrado nuestro mudo protagonista. Y sin duda, más guapete que en otras adaptaciones, por qué no decirlo. Y es que, si bien en el segundo episodio me quejaba de lo inconsistente de los diseños, en este caso la experiencia es uniforme y sin fallos, dotando de un ágil dinamismo a cualquiera de los planos gracias a los brillantes colores y definidos trazos. Además, en algunas escenas, como la puesta en escena de Gengar hay que quitarse el sombrero: simple pero efectiva.
Por otra parte y, a pesar de ser el segundo corto dedicado íntegramente a la primera generación (o incluso el tercero, si contamos el protagonismo de Rojo en el primero como definitivo), es capaz de implementar elementos posteriores (como las habitaciones independientes para cada uno de los miembros del Alto Mando en un hall cerrado), algo que da cohesión al mundo Pokémon a través del tiempo. Un bonito detalle.
«Mi título dice que soy Ingeniero en Telecomunicaciones. Mi puesto de trabajo, que soy desarrollador de software. Pero mi corazón me hace creativo.»
Y es que no podía comenzar a escribir estas líneas sin parafrasear la célebre cita de Satoru Iwata que tan bien define mi dualidad y, ya de paso, mi amor por el mundo del videojuego.