Seraph of the End es una obra que ha conseguido llegar al público joven, y con razón. Una combinación explosiva de acción, drama adolescente y humor, además de insinuaciones románticas la mar de obvias, han logrado enganchar y que esta obra tenga un número considerable de seguidores. Pero, ¿qué hace de Seraph of the End tan especial, si es un tópico generalizado de los shonen de hoy en día?
La respuesta reside en sus personajes y la historia personal de cada uno de ellos. Arrancábamos en el primer tomo, cuya reseña podéis leer aquí, con un mundo postapocalíptico, donde los vampiros conquistaban el mundo después de que un virus de origen desconocido extinguiera a casi toda la humanidad, a excepción de los niños menores de trece años.
Tras un intento de escapar de las garras de los vampiros, los huérfanos Yûichirô Hyakuya y Mikaela Hyakuya siguen un destino distinto cuando el primero consigue huir. Por desgracia, el segundo se queda atrás. Yû acaba siendo reclutado por el Ejército Imperial Demoníaco de Japón (Gekki no Kuni), una organización militar humana que, tras pasar por ardua preparación física y mental, consigue obtener poderes demoníacos que los ayudan a combatir a los vampiros. Por otro lado, Mika evade a la muerte al convertirse en vampiro por medio de la sangre de la tercera matriarca y reina de los vampiros, Krul Trepes, después de que el séptimo patriarca Ferid Bathory estuviera a punto de acabar con su vida junto al resto de los niños huérfanos que intentaron escapar.
Ahora ambos buscan algo en común, aunque por caminos diferentes. Mientras que Yû desea vengarse por la familia que perdió años a manos de los vampiros, Mika tiene la esperanza de volver a ver a Yû colaborando con estos, aunque con una idea que choca y deja con cierta incertidumbre a los lectores. Pues, ¿por qué quiere «salvar a Yû», si se encuentra a salvo en el exterior? ¿Acaso Krul le ha lavado el cerebro, o hay algo más detrás de todo lo narrado en la historia?
Yû pasa cuatro años estudiando y preparándose para entrar en el Ejército, aunque debido a su carácter, enérgico y precipitado, le es bastante difícil trabajar en equipo, algo que el teniente coronel Guren Ichinose le parece esencial, además de que su sed de venganza supone un problema grave para enfrentarse a sus futuros demonios internos. Debido a esa razón Yû se encuentra bajo la vigilancia de Shinoa Hiiragi, subalterna de Guren. Por otro lado, el joven comienza a hacer amigos y formar una nueva familia que le ayuda a superar las primeras dificultades en el Ejército, entre ellos Yoichi Saotome, muchacho tímido cuya hermana murió a manos de los vampiros años atrás, o Shihô Kimidzuki, otro alumno problemático con el que Yû tendrá un roce importante.
La puesta en escena de la trama está mejor construida en este tomo, pues el primero aceleraba demasiado los acontecimientos, y el guión de Takaya Kagami tenía varios problemas que perdían al lector o estropeaban sorpresas que, aunque predecibles, no tenían el mérito de presentarse en un orden correcto. Otro punto importante es el humor, bastante acertado e implementado en la obra, aunque tópico del género shonen más fiel.
Por otro lado, el dibujo de Yamato Yamamoto es una delicia para los ojos que, con ayuda del storyboard de manos de Daisuke Furuya, combina escenas de acción simplemente espectaculares con unos primeros planos cuidados al más mínimo detalle y un acabado en el diseño de los personajes bastante bonito.
Sin embargo, existen diseños o hilos argumentales que no consiguen convencer del todo, como por ejemplo la insistencia del instituto japonés. ¿No se trata de una escuela militar? ¿Por qué tiene toda la pinta de tratarse de un colegio normal y corriente como en el que anteriormente estudió Yû? ¿No nos encontramos en un mundo postapocalíptico?
Otra incoherencia que no consigue convencerme es el diseño de Krul. Si bien dejan caer que la matriarca de los vampiros está escondida bajo la apariencia de una niña, lo cual tendría cierta lógica si se convirtió a esa edad (dato que falta por confirmar), ¿por qué vestirla de lolita? Si hubiera más mujeres vampiros vestidas igualmente así, lo dejaría pasar a regañadientes. Pero todos los vampiros llevan vestimenta militar, sean o no patriarcas, como Ferid. Puro fanservice que es completamente innecesario y que no deja tomarse en serio un personaje que, sin duda, tiene puesto todo mi interés.
En fin, serafín. El tomo deja con los dientes largos y ganas de disfrutar del siguiente, con una historia que, aun dentro del tópico, tiene cierto toque de frescura que engancha. Y, ¿para qué nos vamos a engañar? Hombres sensibles abrazándose y echándose de menos que no falten. Que, a diferencia de los vestidos provocativos en niñas, no llega a ser nada perturbador para ojos del lector.

- La historia de los dos protagonistas y sus caminos siguen enganchando al lector, con secundarios que también atraen.
- El guión mejora considerablemente con respecto al tomo anterior, sin erratas que hagan pesada o ilógica la lectura.
- El apartado artístico no decae, con escenas de acción espectaculares y acabados muy bien cuidados.
- La historia sigue cayendo dentro de tópicos innecesarios e incoherentes dentro de un mundo postapocalíptico, como los institutos japoneses y una vida de estudiante aparentemente normal.
- El fanservice que recae sobre el diseño de Krul estropea bastante su presentación, por lo que puede no tomarse en serio su condición y objetivo en la trama principal.