Desde que se anunció la adaptación de Death Note, de Takeshi Obata y Tsugumi Ohba, para Netflix, las expectativas habían ido rebajándose más y más. El traslado de una historia sobre la justicia y mitología japonesa a un mundo estadounidense, la elección de los actores, el cambio de enfoque… Todo parecía tambalearse sobre la cuerda floja. Estaba prometiendo, como mínimo, ser una adaptación mediocre.
Ha llegado a ser bastante peor de lo que podría esperarse. Tanto que hace preguntarse: si Adam Wingard no quería respetar ni los personajes, ni el conflicto sobre el orgullo y la justicia de Death Note, ¿por qué no creó una historia donde otro cuaderno cae en un instituto estadounidense en vez de pervertir la obra que, supuestamente, iba a llevar a la gran pantalla? ¿Por qué ha tenido que insultar de tal forma a la obra original y, para colmo, plantearse hacer una secuela? ¿Por qué, si él mismo reconoce que no son los mismos personajes, ha tenido que cogerlos desde un principio?
No hay respuesta. Solo queda contemplar el resultado.
Cuando el demonio te obliga a ser malvado
La historia solo se parece en unas pocas cosas a Death Note: hay un chico llamado Light (Turner), un cuaderno que permite matar personas, un dios de la muerte, un hombre apodado L con un sirviente llamado Watari y una persecución policial. Todo lo demás es nuevo, inventado e, incluso para estándares bajos, absurdo por su incoherencia interna. Desde luego en esta película no vais a encontrar la tensión y el duelo intelectual tan brutal que Light y L desarrollaron durante la primera temporada de Death Note. Es más, no lo hay. L descubre prácticamente de inmediato —lo cual no es tan extraño, viendo lo ineptos que son los protagonistas— quién es Kira. No existe manipulación ni investigación ni sospecha y hacia la mitad de la película ya nos quedaremos esperando cómo se piensa resolver el conflicto.
Para empezar, ni siquiera Light es quien hace las cosas, sino que son los demás quienes le fuerzan a ello. Primero, el asesino de su madre, lo cual le da un motivo bastante mal desarrollado para querer vengarse y establecer una justicia universal. Después tenemos a la animadora Mia, que inicia una relación amorosa con él y lo empuja una y otra vez hacia los senderos más injustos y retorcidos mientras Light intenta limitarse a matar solo criminales. Después están las circunstancias de la película, que tratan de justificar mediante malentendidos o con unas acciones muy forzadas de L, de manera que Light se ve forzado a tomar sus decisiones.
Pero antes de llegar a eso hay que comentar otro elemento. Y es que ya a los pocos minutos de empezar la película, encontramos un popurrí de ideas malas basadas en el trabajo original, que además encaja mal en una suerte de pseudocristianismo. Las ideas están enredadas con los elementos más penosos —tanto que la escena de la aparición de Ryuk resulta hilarante por los alaridos que lanza Light— del jumpscare actual.
Encuentra las 5 diferencias. pic.twitter.com/QoyqQs8uBk
— Doomfist (@Piczeto) August 25, 2017
Como todos sabemos, hasta los que no han visto Death Note, Ryuk es un shinigami, un dios de la muerte, no el DEMONIO. Incluso si la manzana tan característica del manga se puede interpretar en su sentido bíblico —Ohba declaró en Death Note 13: How to read Death Note que no tenía ningún significado, más allá de que le gustaban las manzanas y quedaban bien dentro de la bocaza de Ryuk—, el recurso de la película de reproducir una y otra vez a Ryuk riendo malévolamente y la manzana como símbolo de la tentación, nos grita y casi escupe a la cara que esta película es sobre El Demonio. Un Demonio que lleva a un chico por el mal camino y le destroza la vida: llegamos al punto de que le promete que, si deja ir la Death Note, la pasará a otra persona y le sugerirá que escriba su nombre nada más abrirla. No es un shinigami neutral que simplemente quería divertirse y que está en segundo plano porque Light decide convertirse en un dios justiciero. No. Es una historia de desgracia, de cómo se corrompe al pobre protagonista con el que tenemos que identificarnos. ¡Light hasta no quiere matar a Watari y le utiliza estúpidamente para averiguar del pasado de L en vez de manipularlo para que mate a su protegido!
Al extirpar toda la idea de cómo matan los shinigami, al crear normas salidas de la nada que manipulan el destino de la gente hasta extremos absurdos que son Deus ex Machina, están creando a un Diablo y rompiendo toda la libertad de la que gozaba Light en la historia original. En su lugar tenemos un Demonio que pasa la Death Note de persona en persona en vez de decidir que no, que le apetece ver qué pasa si lo deja caer en un instituto. Esto ya hace que la película apenas se sostenga porque exige que ningún anterior usuario haya decidido realizar una matanza a gran escala y que solo, milagrosamente, sea Light quien opte por convertirse en Dios. Y eso que hay muchas páginas escritas… Incluso con advertencias para que no se fíe de Ryuk.
La moralidad de la película es repugnantemente occidental y cristiana. Eso por sí mismo no sería malo porque, al fin y al cabo, es una adaptación. Sin embargo, coge elementos originales japoneses y los retuerce. Para eso bien podría haber metido al Diablo tal cual. Y no solo eso: hablamos desde el punto de vista más rancio, pues la trama echa las culpas a Mia y a Ryuk (unidos a partir de cierta parte de la película), que son quienes corrompen a Light hacia su propia caída en la villanía. La justificación, cómo L acaba actuando fuera de control contra sus propios principios, convierten a Light en alguien con buenas intenciones —pero vamos a ignorar todas las muertes truculentas e incluso de inocentes que provoca por contraposición con el clásico ataque al corazón (¿Demasiado aburrido? ¿Muy poco gore para Netflix?) que siempre ha sido la firma de Kira— pero que se va demasiado lejos y se vuelve cruel y despiadado… Pero por culpa de la presión exterior.
Unos personajes pobres y sin carisma
Aunque el mismo autor ha comentado que Light Yagami y Light Turner solo comparten nombre, no es de extrañar que estemos ante personajes tan poco carismáticos. Y, aun así, intentan ser parecidos a sus contrapartes del manga. Light será un paria de pelo teñido que vende sus apuntes y que se pavonea delante de Mia (Misa), la animadora que le gusta, mostrándole cómo funciona la Death Note. Aun así, sigue siendo inteligente (o eso nos dice la película) y el hijo de un policía. L también se crió en un orfanato (mucho más siniestro que el original), es extravagante, anda descalzo, duerme poco, y es adicto al azúcar. Mia manipula a Light, pero acaba convirtiéndose no en su víctima, sino en su controladora personal.
Por desgracia, al final solo vemos a personajes crueles y despóticos sin trasfondo. A pesar de que Light y Mia disfrutan con asesinatos truculentos, tienen sexo y disfrutan de ejecutar sin que nadie pueda impedírselo, se supone que debemos sentir lástima por Light y cómo quería seguir siendo el Bien. No hay ninguna fase de horror, como cuando Light Yagami se da cuenta de que ha matado a dos personas con escribir su nombre. Ryuk impulsa a este Light a acabar a un matón que antes lo había golpeado y lo hace decapitándolo de la forma más gore posible. Ni a él ni a Mia les vuelve a importar, ni siquiera cuando matan a prostitutas japonesas como daño colateral para eliminar a los mafiosos que estaban con ellas.
¿Qué hay de los actores? El único que se salva es L (Keith Stanfield). Sus manierismos denotan un buen estudio del personaje original y es de los pocos cuyas expresiones faciales realmente hacen que establezcas un vínculo con él. Incluso tiene alguna que otra frase decente. Sin embargo, el guion está empeñado en destrozar su personaje.
Light, por su parte, no podría ser más pasivo,mediocre y diferente que la caracterización del manga. Además de ser estúpido. Eso se podría achacar simplemente a su papel, pero la actuación de Nat Wolff no podría ser más olvidable e impersonal. Incluso cuando pretende poner cara de malo sientes que está raspando lo que debería haber sido. Quiero decir, ¿cómo vamos a creernos que es un genio cuando su primer asesinato es de un matón al que conoce? Si no se lo presentara como un mastermind, no habría problema si no fuera porque la película insiste en ello. Y solo hay que ver el primer capítulo del anime para ver que Light se planteó matar a alguien así, pero que de inmediato supo que sería estúpido: a la larga podrían relacionarlo con él. En la película no se limita a matar ¡sino que su siguiente víctima es el asesino de su madre! No solo eso sino que Light lee en público la Death Note (y Mia le pilla con las manos en la masa) y no tiene problemas con hacer preguntas donde la gente le pueda oír. ¡Y el guion tiene el descaro de obligarle a decir a L que Light es un chico brillante!
Mia (Margaret Qualley), por su parte, no tiene nada que la haga memorable excepto su comportamiento machista y tóxico. Se cree superior a Light, lo considera cobarde y sin arrestos para hacer nada, y lo manipula como la femme fatale que es. Nada del otro mundo que la haga destacable. Lo cual es irónico porque Mia carga con todo el peso de la crueldad del Light Yagami original y es la que da los pasos más atrevidos. Sin embargo, se la enfoca como la mala, la que provoca el final retando demasiado a L. La que quiere el poder por el poder y no goza de ningún trasfondo. Ella podría haber sido la verdadera Kira (hasta cierto punto lo es), pero el guion se centra en quitarle toda la iniciativa a Light y utilizarla a ella como foco del mal.
Ryuk (Willem Dafoe) es una figura amenazante y cruel, con alguna escena que pretende ser de humor, pero que se limita a reír, reír y reír. De no ser por el traje que, quitando su primera pueril aparición, lo hace destacable, no habría nada que comentar de él.
Un guion caótico
No hace falta ver demasiado metraje para notar la torpe estructura de la historia. El guion es apresurado, sin ritmo, ni sabe establecer la tensión que tenía el manga. En su lugar recurren a escenas de miedo, jumpscares, y a Ryuuk torturando a Light a pesar de que sabemos que no va a hacerle nada. No solo eso sino que la confrontación final entre L y Light no sucede. Al parecer es porque el director plantea una secuela. Lo cual explica mucho del ridículo cliffhanger del final.
La película recurre de forma constante a diálogos expositivos para contarte lo que está pasando. Ya no nos limitamos al pasado de Light o de L, resumidos en monólogos o en discusiones, sino el hecho de que deben explicarte cómo Light encuentra una justificación externa para sus actos. Incluir este elemento resulta absurdo; Death Note transcurre en un microcosmos de venganzas personales. No es un enfrentamiento entre dos personas que representan ideas de Justicia muy diferentes y que acaban compitiendo porque tienen que ganar, no. Es una historia en la que Light quiere vengarse del mundo, L quiere detenerlo y acaban buscando la venganza y destrucción por motivos personales.
Luego está el tema de que la película es claramente parcial. La demonización de Ryuk y de Mia, y la destrucción del personaje de L —que pierde los nervios, ataca a Light y el padre de este termina acogotándolo (recordemos que L es un actor negro, asfixiado por un policía blanco por haber intentado agredir a otro blanco. Y decían que la película no sería racista) para que poco después se detenga a L por haber hecho un uso desmedido de su poder, solo hablan de cómo debemos sentir lástima por Light. Al fin y al cabo, incluso si usa a gente de forma cruel, siempre elige a criminales… y solo porque no quiere morir.
Mia misma escribe su nombre en el cuaderno, justificando gran parte de las acciones de Light para sobrevivir. El guion mismo culpa a Mia, por su ambición y carácter inhumano, de su propia muerte —lo cual es algo absurdo porque las órdenes de Light implicaban que ella misma se vería obligada a actuar mal, pero en fin, el guion prefiere ignorarlo y darnos una escena de Light destrozado por haber matado a la mujer que amaba y quería asesinarle— pero es Ryuk quien termina siendo el enemigo que siempre ronda por detrás.
Esto no solo es un problema acerca de romper las normas originales, es un fallo de estructura. Nunca sabemos hasta dónde llega el cuaderno ni cómo funcionan las normas. Estas no se establecen desde el principio, sino que se mencionan cuando los personajes las necesitan. Ya he comentado que en una adaptación es comprensible que se modifiquen ciertos elementos originales para que encajen mejor en un filme de una hora y cuarenta minutos. Que cualquiera que toque el cuaderno puede ver a su shinigami es una regla bien conocida por los fans, pero tampoco hace daño que no exista en esta versión. Lo que sí duele es la creación de todas esas reglas extra, que salen precisamente cuando los personajes las necesitan, de retorcer el poder que tienen sobre las muertes, ¡de contradecirse dentro de la propia película y destruir su mensaje, si es que tiene uno!
Conclusiones
Hay diferencias entre hacer una adaptación y no entender una obra original y directamente no respetar el material ni tener un mínimo de amor por el mismo. Death Note no tiene ni siquiera inteligencia para crear un duelo entre dos personajes supuestamente brillantes, ni para crear un verdadero conflicto emocional sobre qué es lo correcto y qué no lo es. El director afirmó querer estudiar qué pasaría si la Death Note acabara en Estados Unidos, cómo se jugaría con su sociedad y sus problemas, tan diferentes de los japoneses. Pero para eso no necesitaba retorcer la cultura japonesa, ni reutilizar de forma tan mediocre a los personajes. Ni siquiera tenía que emplear a Ryuk si lo que quería era un dios de la muerte cruel.
El caso es que podría haber sido una historia original con sus referencias al manga y quizás habría quedado decente. Algunos planos son atractivos, algunas frases llegan a arañar lo que se supone que se estaba intentando hacer. Y luego llega la música con los montajes de los últimos minutos y te quedas preguntándote si la película se está parodiando a sí misma. Al final, al valorarla sea como adaptación, sea como película individual, se queda por el camino.
Cuando un director cree que lo puede hacer mejor que el material original pero usa el nombre de este para asegurarse de tener un mínimo de éxito, la historia ya está perdida. La película es racista, misógina (el único personaje femenino es Mia y ya vemos cómo la trata el guion), con una trama que acaba casi cuarenta minutos antes del final del metraje y que deja la evolución del protagonista para los últimos cinco minutos de pantalla.
Desde luego, quizá vaya siendo hora de dar carpetazo a las adaptaciones de manga si no llega un director o guionista que sepa amar el material original.
Redactora de artículos variados (Neon Genesis Evangelion, Utena, Nier Automata, Berserk, D.Gray-man) sobre worldbuilding, personajes o narrativa. De vez en cuando alguno de opinión. Tengo un blog donde hago lo mismo pero con libros.